¿Parece un halago?
Pues no lo es. Al menos, no en esta ocasión.
El título de este post obedece a algo que vengo echando de menos desde hace muchos años: el sello personal e intransferible del autor en cualquiera de sus obras, sea cual sea su género, temática o planteamiento.
Lo que sí veo, y me parece lamentable, es la proliferación de novelas clónicas en nuestro panorama editorial. Argumentos calcados (que no necesariamente plagiados) de una primera novela exitosa y comercial, muy comercial de hecho, donde la impronta del autor o no se deja ver o no aparece ni a la de tres.
Nadie debería escribir como tú; tu narrativa, como tu huella dactilar o tu ADN, debería ser único, inconfundible e irrepetible. Debería distinguirse entre un millón, debería ser capaz de reconocerse aunque firmaras cada novela con un pseudónimo distinto.
No se trata de que cuentes tu vida en cada novela que escribas, ni que conviertas cualquier historia en una declaración de intenciones. Tampoco has de poner tu ideología ni tu cosmovisión en boca de ninguno de tus personajes. Eso sería demasiado obvio y quedaría fatal de cara a tus lectores. Son los detalles los que te representan, insignificancias a primera vista, pero que si las vas repitiendo en todos tus libros, definen tu estilo, lo que eres y cómo te expresas ante los demás.
A veces es el lenguaje, el uso repetido de expresiones o refranes que has escuchado a lo largo de tu vida en boca de familiares y amigos; antojos y querencias que son tuyos y que, queriendo o sin querer, se dejan ver entre líneas. Pondré dos ejemplos sencillos para que me entiendas:
A mí me chiflan las pelirrojas, siempre hay alguna pelirroja en mis novelas, y esta tendencia, aviso, se va a prolongar a lo largo de toda mi carrera literaria. Ya sea como protagonista, antagonista o simple figurante en el reparto, siempre vas a ver a una pelirroja moviéndose por mis historias. El color amarillo (en coches sobre todo) es otra de mis fijaciones, así como los personajes irlandeses o ingleses. Difícilmente verás a un árabe/musulmán o a alguien que viva o haya nacido en América Latina. No por nada, es que no me interesan. Y como no me interesan no los incluyo en mis novelas, ni siquiera haciendo roles "de malos". Sólo hay una excepción a esta regla, y tú que me conoces, sabes dónde encontrarla.
Otro ejemplo: En las novelas de la autora norteamericana Danielle Steel (tengo casi toda su bibliografía) aparece el lago Tahoe, al menos en todas aquéllas que transcurren total o parcialmente en EE.UU. Si no es en la página 10, es en la página 100 o en la 400 o en la 275... Es un detalle estúpido a primera vista, pero siempre asocio el lago a la autora, y la autora al lago. Por algo será.
Del mismo modo, una manera determinada de hablar o vestir de los personajes, el uso de algún adjetivo o nombre de pila determinado o la predilección por un hobby o profesión concretos también identifican al autor X entre todos sus colegas.
Pero insisto en la idea de los detalles triviales frente a las similitudes en los argumentos o la "manía" de declararte a través de tus novelas. Encuentro aburrido, por ejemplo, que en todas las novelas de Noah Gordon (al menos todas las que he leído hasta hoy) el protagonista sea judío; también echo a faltar que alguna de las novelas de Marian Keyes (a la que tengo por referente) se ambiente fuera de Irlanda. Entiendo que todos nos sentimos más cómodos escribiendo aquello que conocemos y tenemos por la mano. Sin embargo, una de las mejores bazas del escritor es la versatilidad, ser capaz de ser lo que quiera cuando quiera, como quiera y donde quiera, sin dejar de ser él mismo en todo momento.
Me gusta pensar que mi narrativa, mejor o peor, me define frente al resto de autores. No importa el género, ni el lugar, ni el tiempo en que transcurre la historia; importa que al mismo tiempo que empatizas con todos y cada uno de los personajes, sigas siendo tú en cada línea, en cada palabra, y el lector te reconozca aunque le presentes el manuscrito sin nombre o con mil nombres diferentes. Sólo tú puedes conseguirlo, está en tus manos lograr que hoy, mañana y siempre tu prosa sea única, vaya a donde vaya, quien quiera que la lea.
Hola, Julia. Muy buena reflexión. Subscribo tus palabras. Cada autor tiene que tener su propia voz. Besos <3
ResponderEliminarMe ha encantado. Opino igual, como ya hemos hablado en alguna ocasión, cada uno de nosotros, los que nos dedicamos al gran arte de las letras, siempre dejamos una huella inconfundible.
ResponderEliminar