He reflexionado mucho a la hora de escribir este post porque sé que no va a gustar a algunos, del mismo modo que a mí, cuando empezaba a escribir, rebosante de ganas e ingenuidad, no me gustaban las recomendaciones, muy positivas a la larga, que me hacían algunos libros especializados en literatura y lingüística», y que me obligaban, prácticamente, a reescribirlo todo desde el comienzo.
Al final, y después de sucesivos rechazos por parte de las editoriales, tuve que pararme y sentarme a reflexionar, y darle un nuevo rumbo a mi vida, y de paso a mi narrativa. Y esto me lleva al tema de este post.
¿Qué formación debe tener alguien que quiere o pretende hacer «carrera» en el mundo literario?
Una formación humanística. Una carrera de LETRAS. Dentro de este bloque, son muy recomendables las carreras de Humanidades (lo que antiguamente se llamaba Filosofía y Letras) y Filología (cualquiera, desde la hispánica hasta la eslava). También podéis escoger posteriormente Historia del Arte o Historia (esta carrera ahora es independiente, pero antiguamente iba vinculada a la de Geografía), o cualquier otra, dependiendo del tipo de escritura que queráis hacer. Digo «recomendables», no «imprescindibles»; en este mundo, y en este país en particular, nada es imprescindible salvo el dinero.
Si uno escoge cualquiera de estas dos primeras carreras puedo asegurarle, desde mi propia experiencia de estos últimos 4 años, que su narrativa lo agradecerá muchísimo. Y se hará notar. No pasará desapercibido el esfuerzo ni los conocimientos adquiridos en cualquier aula de estas facultades.
Las herramientas necesarias para manejar con soltura el lenguaje, para ser malabaristas con las palabras, se adquieren en la facultad; lamento desengañar a gente que cree que basta con leer (es importantísimo, pero siempre será complementario; nunca bastará por sí solo) y desaconsejo las escuelas de «escritura creativa» en general, porque aunque ponen voluntad (y mucho afán de lucro en la mayoría de los casos, a juzgar por sus astronómicas tarifas), no enseñan las bases; no ponen los cimientos necesarios para que el aspirante a escritor se enfrente a la labor literaria con garantías de éxito.
En palabras de una famosa escritora: «Intentar enseñar los secretos del monólogo interior a alguien que no domina las herramientas básicas del lenguaje y que ni siquiera sabe subordinar, es como tratar de construir una casa empezando por el tejado.» *
Por ello, y aunque os digan que en estos talleres os «enseñarán a ser escritores», tomároslo con las debidas reservas. Y cuánto más alta sea la cuota de inscripción, mayor debe ser vuestra desconfianza. Estas herramientas básicas deberían haberse aprendido a lo largo de la primaria y la E.S.O, pero como este país va como va, no es extraño encontrar gente licenciada y doctorada que no sabe redactar. Y si uno no sabe redactar —cualquier cosa, desde una carta de presentación para una empresa a la lista de la compra del fin de semana—, no sabrá escribir. Redactar es (o debe ser) básico para cualquier ciudadano con un mínimo de cultura; escribir literatura es un paso más allá. Por ello no podemos saltarnos «escalones» si pretendemos llegar a lo más alto, y (lo más difícil todavía) mantenernos ahí.
Como no todos (y me incluyo) somos niños prodigio que aprendimos a leer y a escribir antes que a andar, y algunos descubrimos un poco tarde (yo a los 24 años) que queríamos dedicarnos a jugar con las palabras hasta hacer de ese juego un noble arte, puede resultar que equivocáramos la carrera y nos encontremos, por ejemplo a los treintaytantos, con que somos estupendos arquitectos o abogados o inversionistas o diseñadores de interiores, pero… nos falta esa formación humanística tan deseable. ¿Y qué hacemos entonces, debemos volver a las aulas como si volviéramos a tener 18 años?
Si podemos, sí. Si nuestra vida laboral o familiar no nos lo permite, la única opción es aprender a manejar esas herramientas por nuestra cuenta; nunca será igual de enriquecedor, debo decíroslo ya, pero se puede hacer. Hay libros especializados en redacción y lingüística y otras materias relacionadas con la literatura que os pueden resultar muy útiles a los auto-didactas. Y leer. Ya sabéis que ese es el requisito sine qua non de cualquier escritor.
Nunca debemos renunciar a aprender… el verdadero sabio es el que aprende algo nuevo cada día, el que está abierto a nuevas enseñanzas y experiencias. A veces da pereza (os confieso que hay días que a mí no me apetece levantarme a las 6h para ir a clase de Prehistoria…), pero a la postre lo agradecemos. Y nuestros lectores también.
* Lucía Etxebarria. La Eva futura. La letra futura. Destino, 2000.