Isabel se ha quedado sola y ha sido criada con la firme promesa de no buscar a su padre, un padre que desconoce su existencia. Sin fortuna y con un niño a su cargo la joven noble se embarca hacia Inglaterra para buscar su ayuda pero el destino le tiene reservada una sorpresa. En su camino se cruza un hombre demasiado atractivo, Jamie Alexander Penword, un inglés con una personalidad arrolladora y que tratará, por todos los medios, de desenmascararla por creerla una impostora en busca de dinero, pero Isabel no puede revelarle la verdad sobre su llegada a Redtower, de hacerlo, pondría la vida de su padre en peligro.
Jamie queda completamente hechizado por el aire osado de la española. Su embrujo seductor conquista sus sentidos, pero no está dispuesto a creerla ni a permitirle que asuma un lugar que no le corresponde en su corazón. Pero Isabel logrará calar profundamente en sus sentimientos desatando una verdadera tormenta de emociones que hará tambalear sus planes con respecto a ella.
La primera vez que leí esta novela lo hice con unas expectativas enormes, desmesuradas diría yo. Os diré por qué. Cuando en febrero había leído Las espinas del amor, me había quedado "medio enamorada" de Jamie, uno de los personajes secundarios, así que cuando Arlette me dijo que Embrujo tenía como protagonista principal a "mi héroe" me lancé sobre ella con la gula pintada en el rostro y un ansia casi enfermiza...
Y sin embargo... aquel Jamie no acababa de convencerme; no derrochaba el encanto que yo había descubierto en el personaje de la novela anterior. Superada mi pequeña decepción, he de reconocer que la maestría de esta mujer a la hora de elaborar tramas enrevesadas es digna de todos y cada uno de mis elogios. Sigo prefiriendo Waterfallcastle..., quizá por la época. Embrujo... se desarrolla en el siglo XIX y casi todos los que me conocen saben cuánto detesto este siglo de atraso, hipocresía e intolerancia, mucho más condenables si tenemos en cuenta que la Ilustración y la Revolución Francesa debieron servir para algo... digo yo.
En cuanto al personaje de Isabel se hace querer... mucho más que Aurora, ¡lo siento, Arlette, pero no soporto a Aurora! Tanta bondad, tanta dulzura... me sacan de quicio... Quiero personajes un poquito más "malos", más humanos, más reales. Aurora, de puro buena, me resulta repelente. Y echo a faltar un mayor protagonismo de Aracena, la hermana gemela de Isabel... Ésa sí los tiene bien puestos, como tiene que ser. ¡Lástima que salga tan poquito y quede tan ensombrecida por los otros personajes que no le llegan ni a la suela del zapato!
La historia fluye divinamente, algo que el lector siempre agradece, y el final, como todos los de esta autora, emociona hasta las lágrimas. Hay que tener en cuenta que las lectoras de Romántica somos sensibles, si no, no leeríamos este tipo de literatura. Todo el mundo acusa a las novelas Románticas de ser demasiado predecibles, y yo no diré que no lo sean... Pero no ha de verse como un defecto, sino como una seña de identidad. Peor es que sea predecible una novela de suspense... Y las he visto...
Cuando yo leo una novela romántica me olvido del final porque ya lo sé, y presto atención a los detalles, a las pequeñas cosas, los diálogos, una sonrisa, una mirada; el tipo de cosas que te hace suspirar. Y disfruto con la historia y me reconcilio con el mundo y pienso que aún existe el amor aunque haya que ir a buscarlo a las páginas de un libro... O dos... o tres... o cuatro...