Biografía:
Nací en Cartagena (1975) y trabajo en el sector industrial.
Empecé a escribir “en serio” hace relativamente poco: a mediados de 2006 (había tenido inquietudes, pero no dejaban de ser escarceos; uno de ellos, en concreto un relato, me llevó a recibir un accésit en el Premio de Torrepacheco, Murcia).
En realidad comencé en esto de la escritura con mi obra más larga: la segunda, titulada “Mâ. El escritor de Kung Fu I”, un proyecto que nació como una trilogía, y que yo pensaba que podía ser algo novedoso: una novela sobre artes marciales. Durante el proceso, que duró dos años, la novela se convirtió en una historia con unos personajes muy profundos, que navegaba, finalmente, entre el género histórico, la acción y el romanticismo (335.000 palabras, aprox. 900 páginas).
Aprovechando un receso en la escritura de Mâ, concretamente mientras me documentaba sobre la Revolución Castrista y el Che Guevara, escribí una novela corta en la que aparece un personaje detectivesco, que es el protagonista de la que catalogo como mi primera novela “larga” acabada: “El ladrón de compresas”, ―título que llama bastante la atención, por cierto― (2007, 62.000 palabras, género policiaco). Una anécdota: cuando la estaba escribiendo encontré un concurso donde podía encajar, y como iba apurado de tiempo me encerré dos días seguidos para acabarla. Cuando terminaba un capítulo se lo dejaba a mi mujer para que lo leyera (¡es una santa!, ¡y aquello fue una locura!, de esas que cometen los noveles, ja, ja…). Bueno, realmente la anécdota es que cuando ya tenía el sobre cerrado (con el manuscrito dentro) para mandar al concurso, me di cuenta de que había olvidado desvelar quién era el asesino, ¿os lo imagináis? Entonces supe una cosa: soy un escritor de personajes, no de tramas, creo que la realidad supera a la ficción, y si eso ocurre es porque las personas somos maravillosamente sorprendentes. No creo en los personajes arquetípicos.
Después de terminar «Mâ», y tras múltiples rechazos, cambié de registro; volví a lo que llamo mis orígenes: redescubrí a S. King, un autor que siempre he admirado. Entonces hilvané una historia de terror que llevaba tiempo en mi cabeza: “El valle del demonio” (2008, 172.000 palabras, género: terror). Mientras movía este manuscrito entre agencias y editoriales, una amiga japonesa me regaló un libro de un popular autor de su país que me dejó sin aliento, se titulaba: “Kafka en la orilla”, de H. Murakami. Cuando leí a Murakami quedé fascinado con su escritura. Entonces, la mañana de Navidad de 2008, mientras paseaba a mi perra Laika, tuve una revelación a partir de un hecho intrascendente: un tipo dejó su coche, cerca de donde yo estaba, aparcado y con el motor encendido; al llegar a casa empecé a escribir mi cuarta novela: “Su nombre empezaba por E” (2009, aprox. 155.000 palabras, género negro-realismo mágico-terror), a la que he rebautizado “Transmutación”, tras un rechazo de una agencia que me indicaba lo poco comercial que resulta el título anterior.
Este último manuscrito supuso un salto cualitativo: intensifiqué la labor de revisión, una parte que desconocía anteriormente. En el proceso fui asesorado por dos amigas que conocí en foros literarios, y, por supuesto, por mi lectora ideal: mi esposa. Estoy muy orgulloso de este manuscrito, y sólo lamento que las agencias y editoriales pongan tantas trabas para leer a noveles. Por cierto, aparte de ese rechazo que he comentado, me han pedido el manuscrito completo un par de agencias importantes.
¿Y ahora? Bueno, mi objetivo primordial es mejorar como escritor y por eso ando metido de lleno en una idea que me dio una buena amiga: ser escritor es como hacer una carrera universitaria. Así que trato de leer mucho (todo tipo de géneros), también me he embarcado en dirigir una tertulia literaria de mi ciudad hasta verano y colaboraré con una página de reseñas, bastante conocida en la red. Además de intervenciones en algunas revistas literarias.
Lo cierto es que tengo una nueva novela en mente, pero desearía mejorar antes de empezar en serio con ella.
S.G Pues es un panorama muy negro, para qué engañarnos. Por mi experiencia, creo que para que te publiquen o mejor dicho, para que al menos se fijen en ti, deben darse una serie de circunstancias (sin contar la suerte, claro): que el género del que escribas esté de moda, que tu novela no sea excesivamente larga (eres una inversión) y que por supuesto sea una buena novela, esté bien escrita, no tenga fallos gramaticales, ni ortográficos… es decir: que esté pulida.
E.B Escribir… ¿qué tiene de particular, qué aporta la escritura a tu vida, de qué modo llena ese vacío existencial que tenemos todos los seres humanos?
S.G Por ahí leí una vez que la escritura es un desahogo, un hecho que roza lo físico. Cuando uno le coge el gusto a escribir, siente la necesidad de hacerlo, y toda tu mente bulle en pos de plasmar eso que te “oprime”. Así que, si consigues escribir durante un buen rato, te quedas tranquilo y te sientes satisfecho. Después, descansas y te dedicas a otra cosa, pero pronto, muy pronto empieza a crearse la necesidad de volver, y ya añoras el día siguiente cuando retomes el párrafo por donde lo habías dejado. También estoy de acuerdo con los autores que hablan de “bajar al sótano”, a lo más profundo de ti; el sitio donde sólo tú puedes entrar y donde no sabes a ciencia cierta con lo que vas a encontrarte. Esto último es lo que más me inquieta, y soy de la opinión que es, verdaderamente, donde reside el auténtico arte de escribir.
S.G Ambas teorías o formas de entenderlo son ciertas y a la vez contradictorias. ¿Cuándo se crea el artista, en la soledad de su cuarto de trabajo o cuándo por vez primera alguien valora su obra como arte? Yo pienso que a no ser que tengas un ego muy grande, no sabrás si lo que has creado, lo que tanto esfuerzo te costó, vale realmente la pena. Por tanto, necesitas un punto de vista objetivo, y, como tú dices, en la sociedad de la imagen, del capitalismo, el punto de vista objetivo es el mercado. El problema es que, a pesar de la grandísima cantidad de publicaciones nuevas que se generan anualmente, los noveles apenas tienen salida. Es un verdadero paso de las Termópilas.
S.G Me gusta mucho esa pregunta, porque a mí me ocurrió algo extraño. Resulta que como he comentado, dos de mis escritores preferidos son Stephen King y Murakami Haruki. Después de haber leído libros suyos, y cuando llevaba un tiempo escribiendo, descubrí con estupor (a través de entrevistas) que ambos tenían un proceso creativo semejante, y para colmo, que yo tenía un proceso semejante a ellos, sin saberlo. Básicamente parto de una vaga idea, con esbozos de uno o dos personajes, quizá hasta imagino un final, entonces empiezo a escribir cuando tengo la necesidad, y en el mismo proceso los personajes cobran vida y la historia cambia (muchas veces también el final). Es algo parecido a lo que comenta S. King en “Mientras escribo”: una labor de arqueología, tú no inventas la historia, la historia está ahí, y tienes que desenterrarla con cuidado. Algo desconcertante, desde luego.
S.G Enlazando con la pregunta anterior: escribir es un oficio, muy duro además. Necesitas de muchas horas de esfuerzo y tienes días malos y otros peores. A veces te “notas” más suelto, más fresco, y otras, muchas, torpe e incompetente. Yo me reprocho no saber más, no conocer más, no leer más. Pero respondiendo a tu pregunta: creo que existen las musas, los genios… Yo estoy convencido de que hay “algo” escondido en el sótano.
S.G En principio no directamente. Si algo se “cuela” en mi escritura es porque me preocupa, pero no de forma intencionada. Como dije antes, para mí, los personajes son fundamentales: son el motor de la historia. Por tanto sus inquietudes pueden reflejar la sociedad que les rodea en cierta medida.
S.G Después de haber participado en distintos foros literarios, me di cuenta que necesitaba mi propio espacio. Me daba mucho apuro porque siempre me he llevado regular con la informática. Fue una amiga ―María― la que me comentó que ella tenía uno y que no era tan difícil. Así que me animé. La verdad que estoy muy contento con el resultado porque me ha dado la oportunidad de conocer a gente maravillosa, nuevos blogs y nuevos foros. Y gracias a ello, estoy respondiendo estas preguntas, ¿verdad querida amiga? Je, je… Todavía estoy un poco alucinado: ¡imagínate, ni siquiera he publicado y aquí me tienes!
S.G Creo que España va a remolque en el tema literario, y lo digo sin ningún tipo de acritud. Sinceramente: si los profesionales del sector dieran un poco más de importancia a lo que se mueve en foros, blogs, páginas… Si miraran con más perspectiva se darían cuenta del gran filón de calidad que se están perdiendo. Ya quisieran muchísimos países tener la proporción de gente nueva (y no me refiero a edad) que ha “explotado” literariamente hablando.
S.G Trabajo, trabajo y tener fe en ella. La fe mueve montañas.
E.B ¿Hay escritores “malditos” o sólo hay buenos y malos escritores?
S.G Es una pregunta difícil, siempre hubo artistas en general que no fueron valorados por sus contemporáneos, o fueron defenestrados por la crítica o, simplemente, ignorados. En la actualidad, estamos cansados de ver ejemplos de autores rechazados que, un buen día, triunfaron y se hicieron multimillonarios. Respecto a escritores buenos y malos, opino, que, como ocurre en la vida, no todo es blanco o negro.
S.G Durante el proceso de escritura necesito absoluto silencio, me es imposible “bajar al sótano” si no es de este modo. Eso provoca tirantez y problemillas domésticos y familiares, claro. Reconozco que es difícil de asimilar por los que te rodean, y más aún si uno no “vive” de esto ni sirve para pagar la hipoteca.
S.G Umm…. Sólo tengo dos: “Sé honesto”.
Muchas gracias por estas magníficas preguntas, he disfrutado como un enano, perdón por si me he extendido en demasía… ¿comprendes ahora lo de las 900 páginas?