En 2009, «pocos» son los que recitan de memoria relatos de tiempos pasados. La cultura escrita hace siglos que desplazó a la oral al ámbito puramente infantil. Pero yo os pido que hagamos un viaje en el tiempo y retrocedamos 3.200 años de nuestra era actual. Os pido asimismo que nos traslademos a la Turquía actual donde, se dice, se hallan los restos de la antigua Troya descubiertos por Schliemann.
Porque ésta, por si no lo habéis adivinado, es una historia de troyanos. No de virus informáticos. Es la leyenda tantas veces contada, pero nunca del todo agotada, de Aquiles, Ulises, Agamenón, Príamo, Paris… y, ¡cómo no!, la bellísima Helena.
Siempre he dicho que por mucho que se publiquen y lean miles de libros sobre un mismo tema, nunca serán suficientes. ¿Por qué? Pues porque cada escritor tiene su particular manera de contar los hechos y su particular forma de enfocarlos. Y es única e irrepetible como el mismo autor.
La autora lo hace desde el humor más tierno sin escatimar, eso sí, la crudeza cuando es imprescindible. Una de los rasgos que más destacan en la novela es el profundo conocimiento de la cultura y el arte de Grecia. La autora ha sabido contagiarnos su entusiasmo por un país y una civilización que fueron pioneros en el Mediterráneo antiguo.
Su historia, y sobre todo su mitología, que siempre nos ha resultado atractiva, son aquí el marco donde la autora, a través del aedo Crisanto, nos pone en antecedentes de lo que ocurrió en la mítica Guerra de Troya, y lo que iba a ocurrir cuando los Pueblos del Mar entraran en escena…
Aquí encontraréis todos los elementos que definen un best-seller. Yo, que he tenido el honor de tener el manuscrito en las manos, os aseguro que este libro merece encontrarse entre los mejores.