Así
se está cocinando este «guiso» tan peculiar, clasificado como «novela erótica»,
pero que, conociéndome, puede acabar siendo cualquier cosa… Eso sí: con sello
propio. Porque, aunque en las últimas semanas voy recogiendo influencias de
aquí y de allá, al final siempre es mi criterio el que se impone sin remedio. Y
es que Julia es mucha Julia para que vengan ahora a decirle lo que tiene que
hacer y cómo hacerlo. Sigo las pautas establecidas, por supuesto, y voy
adaptándome a los gustos de las lectoras del género tanto como puedo. Pero sé
que inevitablemente dejaré mi huella. Esa que me diferencia del resto, para
bien o para mal. El que avisa no es traidor.
Y
de entrada os confieso que la tarea no está siendo nada fácil, porque esta vez
el desafío me ha llegado por partida doble. No sólo implica un cambio de
género en mi trayectoria literaria, sino que además he de lidiar con el problema de la extensión. ¿Relato
largo o novela corta? ¿Dónde está la frontera que los separa? Si
alguien en la sala lo sabe, que venga y me lo cuente.
Desde que empecé
voy a ciegas, improvisando constantemente sobre la marcha. Y es la primera vez
en 17 años que no tengo ni repajolera idea de cómo va a acabar la historia, ni
qué título llevará. Mi gran problema, desde siempre, es que tiendo a enrollarme mucho, incluso cuando no estoy inspirada. No os digo más… Y las correcciones… Es ahora cuando los meses que he pasado sin
escribir apenas —nada nuevo, se entiende— me pasan factura. Porque temo que he
perdido la costumbre de tramar intrigas, rizar el rizo y, en definitiva, sacar
conejos de la chistera.
Y
luego están las escenitas de sexo, que me vais a perdonar, pero es algo que
llevo fatal de la muerte. Me cuesta un horror; será que no tengo alma de stripper, ni me ha gustado nunca ir
provocando al personal… Pero más vale que aprenda cuanto antes, porque una novela
erótica sin sexo es tan impensable como una Paella valenciana sin arroz.
Ayyy,
Señor, Señor, ¡en qué líos me meto!
Aquí
es cuando la famosa cita: «Los caminos del Señor son inescrutables» adquiere su
pleno sentido. (Jajajaja)
¡Quién
me ha visto y quién me ve!
Ha
llegado la hora de demostrarles a mis lectores de qué soy capaz.
BESOS
HASTA PRONTO