Ya hace muchos
meses que no posteo nada nuevo en este blog. Muchos. Meses en los que no he
estado centrada ni dispuesta para escribir, ni receptiva a la visita de las
Musas. Pero se acabó. Acabó noviembre y con él esa pereza nostálgica que
llevaba cargando como un lastre a mi espalda. Va siendo hora de retomar la
rutina habitual de este blog, seguir con las reseñas de libros, volver a
contactar con autores que quieran ser entrevistados, animarme a seguir con mis
proyectos literarios, y contar todo lo que me pasa por la cabeza.
Han sido meses de
muchas dudas, de mucho dolor y no menos desconfianza; meses en los que me he
sentido muy sola, preguntándome si realmente valía la pena seguir con este blog
y con los demás. La publicación y la promoción de LE me han sacado de mi
letargo por un tiempo, pero también me han vuelto muy egocéntrica, impresión
que no quisiera, por nada del mundo, dar a mis lectores.
Hoy cumplimos 4
añitos y quiero celebrarlo diciendo a mis lectores, los más fieles y entusiastas,
los que siempre me han acompañado a lo largo del camino —y un camino muy largo—
sin críticas ni juicios de valor, que “Vuelvo a ser yo”; que vuelve la Julia
optimista que le pone al mal tiempo buena cara, que sigo en la brecha, que no
abandono, que a veces estoy ausente, que hay días que no puedo escribir una
sola línea porque estoy absolutamente bloqueada, días en que sólo me apetece
leer. Leer y aprender.
Porque veo en estos
últimos meses a gente que escribe mucho, pero escribe mal, muy mal, y apenas
lee. Lo veo; ellos no lo reconocen, pero yo lo veo; porque somos lo que
escribimos y escribimos lo que leemos. Y aunque no señalo a nadie, porque nadie
está libre de pecado, estoy triste de ver tanta mediocridad a mi alrededor, y
cómo gente con auténtico talento no pasa de sus blogs; algunos han cruzado la
línea y han llegado con muy buena fortuna a Amazon. Pero también he descubierto
a una “pequeña mafia” en Amazon que funciona así: «yo te leo SÓLO si tú me lees».
Pero a ver, ¿qué criterio es ese? Si yo lo siguiera tal y como ellos pretenden,
mi estantería estaría apenas con una docena de libros, y no habría aprendido ni
la mitad ni la cuarta parte de lo que he aprendido. Una cosa es la solidaridad
entre autores y otra muy distinta el chantaje emocional.
Y esta mafia no me
gusta nada. Nada de nada. Yo leo si la novela está bien escrita, si tiene un
buen argumento, si la trama se desenvuelve con agilidad, si los personajes me
llegan al alma, si logra conmoverme y cautivarme desde la primera página, etc.
Me da lo mismo si el autor es novel o no; es lo de menos, realmente. He leído
novelas impresionantes de autores noveles… pero, por desgracia, también mucha
basura. Y estoy harta de leer basura. Sé que esto que digo va a ofender a
muchos, y muchos pensarán que este no es el mejor momento para decir
“incorrecciones políticas”, a fin de cuentas mi última novela ha salido a la
venta y yo quiero vender.
Pero no quiero
vender “a cualquier precio”, ni tener que aparcar mi honestidad natural para
vender más, porque, a la larga, esa actitud no lleva a ninguna parte. Tampoco
hablo desde el resentimiento, como pensarán algunos; he publicado y hasta el
día de hoy no tengo queja de mi editorial. Estoy más que satisfecha de mi
trabajo y del suyo; el libro se venderá, lo sé, y gustará, lo sé… Simplemente,
nunca he tenido madera de líder y, lo tengo asumido, mis éxitos nunca serán
instantáneos, pero sí más perdurables, porque responden a deseos íntimos y
personales, a convicciones y creencias determinadas, y no a modas pasajeras.
Una de estas modas,
y no puedo evitar hablar de ello, es la llamada “novela erótica”. El sexo se
vive y se practica… No se lee. ¿Una buena novela ha de tener escenas de sexo?
Quizá, si el argumento así lo exige. Pero ya me han dicho muchas personas que
las famosas y cacareadas 50 sombras de
Grey (que no he leído aún… y probablemente no llegue a leer) es sexo puro y
duro. No hay más. Y yo quiero más. Yo exijo más en una novela. Si quiero sexo,
sé cómo satisfacerme, y no se me ocurrirá ir a buscarlo en un libro. Y sin
querer ofender a nadie, resulta patético que las mujeres tengan que recurrir a
novelas eróticas para tener un orgasmo. Que sé que pasa, que me lo han dicho. Y
es muy fuerte.
Los libros nos
hacen soñar; algunos, a través de sus personajes, pueden cambiarnos la vida… No
digo yo que no, al contrario; pero si necesitas leer una novela erótica para
cambiar tu vida… Tú misma. Y ojo, no señalo a nadie ni digo nombres; el que se
pica, ajos come. Afortunadamente, a mí no me hace falta el señor Grey, que por
lo poco que sé, tampoco es mi tipo.
Pero opiniones
personales aparte, hay que reconocer que el tema está de moda… ¿Debería
escribir una novela erótica? ¿Debería engañar a mis futuros lectores
vendiéndoles “la moto” de que mi última novela es “erótica” cuando no lo es ni
nunca ha pretendido serlo? No; la moda pasará, como han pasado tantas otras.
Sin ir más lejos, el tema “vampiro” ya está superado; se van escribiendo
novelas, porque no deja de ser un clásico de la literatura, pero el “boom” Crepúsculo llegó y pasó. Me dicen ahora
que la película más taquillera en nuestro país está siendo Lo imposible. ¿Vuelve el cine catastrofista? ¿Necesitamos
apocalipsis ajenos para olvidarnos de nuestro propio drama? Sea como sea, hay
que ser fiel a uno mismo porque eso es lo único que nos queda.