La muerte del rey Teleclo, durante un festival en honor de Ártemis, desencadenó en el 735 a.C. una oleada de guerras devastadoras entre Mesenia y Esparta, que se prolongaría durante casi ochenta años.
Esparta inició entonces una etapa de esplendor social y cultural que la llevó a ser una de las ciudades más respetadas y temidas de su tiempo. Sin embargo, durante los reinados de Teopompo y Anaxándridas, mientras entre los habitantes de la polis se suceden las rebeliones y la familia real se desmorona trágicamente, el pueblo espartano se transformará, pasando a estar dominado por la formación militar, la austeridad y la dureza, de tal modo que incluso en nuestros días sigue siendo un referente.
En una espectacular novela que equilibra con extraordinaria solidez el fresco histórico, el relato de intrigas palaciegas y la novela de ideas, Teo Palacios nos ofrece una obra estremecedora en la que narra de modo magistral desde las batallas más multitudinarias a las escenas más intimistas, desde las luchas encarnizadas hasta los refinados debates de ideas, y todo ello en una prosa que brilla por su poderosa capacidad evocadora.
Por fin, la novela definitiva sobre una cultura fascinante.
Confieso que tenía muchas dudas a la hora de comprar esta novela; me habían hablado muy bien de ella, es verdad, pero tenía mis propios recelos. Pero siempre he dicho que si quieres criticar algo, primero debes conocerlo... en este caso: leerlo.
Y a eso fui. Me llevé una grata sorpresa porque, como historiadora, he comprobado que la novela tiene rigor histórico. Habrá quien diga que por supuesto, que si la ha editado Edhasa, tiene que tenerlo. Demasiado ha visto una servidora para fiarse de las apariencias, demasiados bluffs literarios, demasiadas cosas que están y no deberían estar... y viceversa.
Es más, apuntaría que tiene "demasiado" rigor histórico; lo cual me lleva a aquel famoso dicho: "disculpa no pedida, acusación manifiesta". Para mí gusto, y a pesar de todos sus méritos, hay detrás de cada línea una insultante intención didáctica que un helenista que escribiera o hablara sobre la antigua Grecia no tendría nunca porque nada tiene que demostrarle a nadie.
Lo he dicho siempre: una novela tiene que ser una historia simple y sencilla que llegue al corazón de la gente, no puede ser un manual de nada, ni dar en ningún momento la sensación de que el autor está por encima del lector, de que es más inteligente que él. El autor está siempre al servicio del lector y nunca al revés. Las explicaciones de todo tipo que trufan la novela (y que no siempre están en boca de los personajes de la historia) son a mi gusto excesivas.
Parto de la idea de quien compra un libro sobre la antigua Grecia es porque le interesa el tema, y ya ha leído otros libros antes que este. Mi experiencia es esa. Yo he leído -por placer y por obligación- mucho sobre Esparta... ay, ¡y tanto que sí! No me ha dicho nada que no supiera ya; así que me ha tocado pasar por encima de todas las explicaciones "didácticas" y centrarme en la historia de los personajes como seres únicos e irrepetibles. Porque cuando se trata de novelas históricas donde quien más quien menos conocemos los hechos, lo que importa son los personajes en su aspecto más intimista, ése que no ofrecen los anales de la historia.
Dejando de lado ese aspecto, el autor ha tenido el acierto de presentar personajes entrañables a los que yo hubiera hecho hablar más, más diálogos, más narración en boca de Arquidamo y menos en boca del narrador que, a menos que tenga nombre y apellidos (y en algunas novelas los tienen), siempre se tiende a asociar al autor de la obra.
En conjunto, es una obra exquisita en cuanto a concepción, escritura y estilo... pero le falta alma y frescura; se esfuerza tanto por explicarnos la historia, vida y costumbres de Esparta que se olvida de divertirnos, de alegrarnos el corazón.
HIJOS DE HERACLES
TEO PALACIOS. 2010
EDHASA
319 PÁGINAS
I.S.B.N: 978-84-350-6208-4