El viernes, 16 de enero, tuve el placer de asistir a la presentación de un libro; y no cualquiera, sino uno galardonado con un premio. (Y con esto no pretendo menospreciar a todas aquellas maravillosas novelas que por cualquier razón no han sido nunca premiadas). Desde aquí quiero darle las gracias a Mònica por la oportunidad que me brindó. No acostumbro a acudir a presentaciones de libros, cosa que me reprocho constantemente porque sé que forma parte de mi profesión asistir a este tipo de actos, igual que a tertulias y/o conferencias sobre literatura y temas afines. Pero hasta hace poco tiempo trabajaba por las tardes y no podía hacer acto de presencia. El libro en cuestión es una novela; también se presentaron dos libros de poesía, pero como no es mi género, por el momento no entraré en el tema. El título de la novela de Mònica es El silenci sota l’aigua (El silencio bajo el agua).
Leo poco en catalán, lo admito; casi todo lo que leo, ya sea comprado o prestado (amigos, biblioteca…), es en castellano. Sin embargo, éste me atrajo desde el primer momento. Quizá porque la foto de portada es un cuadro de G. Klimt o quizá porque es sencillo y a la vez tiene el poder de atraparte incluso antes de haberlo abierto… Soy intuitiva a la hora de escoger libros; mi margen de error es muy pequeño, sólo ha habido un par de libros, sí, un par, o sea 2 libros que no me han gustado a lo largo de mi vida. Y desde luego, el que comento hoy no es uno de ellos.
Empecé a leerlo con un pelín de reserva por lo que os decía antes, de que apenas sí leo narrativa catalana —y en catalán—, pero me enganchó desde la primera página, desde el mismo título del primer capítulo… Y no paré hasta el final; hay libros que se te enganchan a la piel y no puedes desprenderte de ellos, a veces incluso mucho más allá del final.
Me encandilé con una prosa sencilla y ágil, con las palabras justas: sin carencias y sin excesos; unos personajes llenos de humanidad, como ese vecino tuyo de la puerta de al lado. Unas situaciones comunes dentro de lo extraordinario, y un fiel reflejo de la naturaleza humana, tema que desde chiquita me apasiona. Un final sencillo, sin melodrama barato, una relación en su punto justo de romanticismo, la de Liurna/Elisenda y Joan al final; ni un pelo de ñoñería, un equilibrio perfecto entre lo dicho y lo no dicho, lo que se intuye, lo que se lee entre líneas, lo que el lector imagina a su libre albedrío. Diálogos sencillos, directos, como si estuviéramos frente a una secuencia fílmica. Doy mil gracias a Mónica especialmente por esto, por enseñarme lo que sí se puede hacer en literatura; a veces una, como escritora, va un poquito perdida y siempre es bueno ver una señalización en el lugar adecuado.
Como no soy filóloga sino historiadora, no me extenderé más en aspectos lingüísticos; sólo un par de sugerencias a la autora. La primera, a ver si lo traduces al castellano para que llegue a más gente; es una gran historia y merece tener más público…, y a otros idiomas, claro. Y por favor, ¡¡¡¡escribe otra PRONTO!!!!