Buenos días a todos,
Después de una serie de catastróficas desdichas que culminó con la muerte de mi madre el pasado mes de agosto, y de un duelo que, cuando menos, está siendo desconcertante, viene siendo hora de ponerme al día con este blog, que ya andaba demasiado abandonado.
Llevo muchos meses sin pasar por aquí, salvo para poner alguna imagen o algún enlace de las últimas reediciones que he hecho este año pasado: la de "Nosotros", la de "No me digas que me quieres" (la antigua Carnaval), la de "Desde Londres con glamour" y la nueva edición en tapa dura de "Nuestras noches en Malasaña".
Han sido meses muy duros, mucho dolor, mucha ausencia, muchos recuerdos, y no todos buenos, y mucha dispersión. Dispersión a la hora de leer, y sobre todo: dispersión a la hora de escribir. Meses y meses de divagación, de buscar las palabras sin encontrarlas en ningún sitio; de ir a la deriva; de caer en pozos más o menos profundos; de perder la ilusión, las ganas, la motivación, aquello por lo que los creadores de mundos nos sentamos delante de la pantalla y le damos al teclado como si no hubiera un mañana. Después, como os digo, de todo eso, aquí estamos, a mediados de febrero, con San Valentín a las espaldas y toda la primavera por delante.
Y una novela que sacar en abril. Y no cualquier novela, sino la esperada continuación de "Nuestras noches en Malasaña". Y voy escribiendo, sí, pero las ideas se atascan, sufro estreñimiento creativo, y cada capítulo es una odisea en sí mismo. Pero llegaremos a tiempo. Más o menos. Quizá más tarde que temprano, pero llegaremos. Sí, Claudia, Bruno y yo misma.
Además de pelear contra la enfermedad, la muerte y el duelo, también he tenido que hacer frente a mis propios demonios. Todos los autores pasamos por etapas "negras": esas en las que con mucho, muchísimo gusto, lo enviaríamos todo, absolutamente todo, a tomar por culo. Literalmente. Meses de querer bajarme del barco, de querer bajarme del mundo, de ver, desesperada, en qué se está convirtiendo el mundillo literario hoy. Y el asco que da, así, en general.
Pero luego ves que tus historias se leen, que de vez en cuando caen reseñas, y que en su mayoría son más positivas que negativas. Ves que Jimena sigue enamorando a los lectores, que Raúl llega a EE.UU., que Valentina se abre paso con su elegancia natural, sin estridencias, pero calando hondo en los corazones, que Judith, Gillian y Alexandra siguen teniendo la misma validez hoy que hace diez años, y que todo sigue adelante: imparable e inevitable. Y recuperas trocitos de esa ilusión y te vas haciendo con esos retazos, vas renaciendo entre las cenizas, y sigues teniendo ideas. Esas malditas ideas que generan nuevas novelas, Novelas que ni siquiera sabes si podrás escribir, si te dará la vida para tanto como quieres hacer, porque, además, la gente a tu alrededor se muere. Y se muere entre los cincuenta y los sesenta, y te entra yuyu, y ves que el círculo se cierra, que los días solo tienen 24 horas, que las horas solo tienen 60 minutos y que no das más de ti. Que ni tu cuerpo ni tu cerebro es el de hace treinta años, cuando eras joven y alocada aunque no tuvieras Instagram, ni seguidores, ni filtros, ni falta que hacía nada de eso.
Y hoy lo tenemos todo a nuestro alcance, tanto que cada vez valoramos menos las cosas, que lo queremos todo, ya. Y gratis. Sobre todo: GRATIS.
No, hoy no tengo tiempo para hablaros de lo requetemal que me caen la piratería, el plagio y todas esas mierdas que contaminan los libros.
Hoy vengo a deciros que, como reza el título de este loco blog en el que escribo cuando me acuerdo y tengo que algo que decir, el espíritu inquebrantable que habita en mí va a seguir luchando, va a seguir escribiendo, creando historias, llenando de notas infinitas libretas, llenando de sueños las vidas de mis lectores; voy a seguir creando personajes, historias, algunas alegres, otras no tanto, algunas verdaderamente atroces, algunas conmovedoras y otras evocadoras. Pero siempre YO, siempre con mi estilo que, mejor o peor, va calando y sumando seguidores.
Y ya me despido, sé que este post ha quedado un poco (demasiado) extenso, pero, oye, que hacía 8 meses o más que no me asomaba para deciros algo personal, desde el corazón, desde las entrañas. Otro día os hablaré de la pérdida de confianza, de por qué llevaba tantos meses sin compartir nada con vosotros.
Eso será... otro día, probablemente en abril o mayo, cuando Claudia y Bruno vuelen solos.
Hasta entonces, quereos mucho, quered mucho y seguid leyendo.
Os quiero.
Julia Ortega